Tras encontrar lo que andaba buscando, Medor observó a Azor. Estaba buscando un rastro y se acercó a preguntarle.
“Azor, ¿qué haces?”
“Vega me ha dicho que su dueña ha desaparecido. He estado en el canódromo y me he enterado de que algo huele a podrido en Zaragoza.”
“Ladrar o no ladrar, he ahí la cuestión.”
“Pero, ¿qué dices?”
“Nada, Azor, me acordaba de algo que me contó Vega. Su dueña siempre está leyendo libros.”
“Siempre he dicho que eras un estalentao. Déjate de sandeces y ayúdame a seguir el rastro con este aparato luminoso.”
“Azor, sigue tú ese rastro. Lo de la calavera me ha dado una idea. El otro día observé gente extraña cerca del cementerio. Voy a ver.”
“Medor, tu siempre tan rarito. No hay quien te entienda, co!”
Y Medor se dirigió hacia el Oeste, en dirección a una entrada secreta al cementerio. Al llegar, no observó ninguna calavera pero sí un cuadrado lleno de puntos. Lo observó bien, lo olisqueó y sintió un olor que le resultaba familiar…