Cementerio de los Ingleses Traditional Geocache

La tragedia del Serpent

Entre punta de O Boi y punta A Cagada, uno de los lugares más fatídicos de la Costa da Morte, fueron 8 los naufragios y 245 las víctimas. Pero el más trágico fue el del Serpent la noche del 10 de noviembre de 1890.

El Serpent, que se encontraba en situación de reserva, zarpó del puerto inglés de Plymouth el 8 de noviembre de 1890, a pesar del malestar del comandante y sus oficiales por la decisión de partir en una nave poco estable. Se dirigía a Sierra Leona con una escala en Madeira, probablemente para repostar carbón.

El barco tenía unos 73 metros de largo, 4,50 de altura y casi 11 metros de ancho.




Durante la travesía del barco, se dieron varias discusiones acerca de la posición y rumbo del barco. No había niebla, pero la llovizna y las nubes reducían la visibilidad, y los barcos que cruzaron su rumbo con el suyo, no advirtieron nada extraño en su modo de navegar. Se ordena un cambio de rumbo al oeste y se pide al Comandante que el vigía buscase la luz del faro de Cabo Vilán.

Finalmente, el Serpent colisionó con una roca situada a unos 600 metros por fuera de Punta do Boi, la mayoría de la tripulación lo confundió con un golpe de mar, hasta que un marinero avisó que habían embarrancado. La Corte Marcial, celebrada el 16 de diciembre de 1890 concluyó que la pérdida del Serpent se debió a un error de navegación.
Este acorazado partió dos días antes de Plymouth rumbo a Sierra Leona. Derivó mucho a tierra y la escasa luz del Faro Vilán hizo que chocara en el lugar que hoy se conoce como “el bajo del Serpent”.

Se escuchó el desolador ¡”Sálvase quien pueda!”. De los 175 tripulantes solo se salvaron 3 que fueron empujados a la playa de Trece. El cura de Xaviña movilizó a los vecinos para proceder a la sepultura de los 172 cuerpos en este emblemático lugar. En el interior están los restos del capitán y oficiales y en el exterior, los marineros.

En los primeros años, un barco de la armada inglesa se acercaba aquí para arrojar una corona de flores y los barcos de guerra lanzaban salvas de honor.

El Cementerio de los Ingleses está incluido en la Ruta Europea de Cementerios Singulares, reconocida igual que el Camino de Santiago como Itinerario Cultural Europeo.

A la derecha del cementerio se encuentra el monte Branco, la mayor duna rampante de Galicia, y a sus pies la mayor reserva de caramiñas, el arbusto (protegido) que da nombre a Camariñas.




Es el cura de Xaviña el encargado de darle sepultura a los cuerpos de los náufragos ya que el accidente había sucedido en la parroquia de Xaviña. Separaron en el cementerio entre católicos y protestantes.

Como agradecimiento de la reina Victoria al pueblo y autoridades además de una carta, la gratitud también se materializó en un reloj de oro para el alcalde, un barómetro para el pueblo, treinta libras para todos los que ayudaron en el rescate y una escopeta para el párroco. El barómetro se puede ver en una fachada de Camariñas.

El Cementerio de los Ingleses y ahora también de las piedras

Los visitantes han llenado el entorno con decenas de milladoiros

La primera referencia escrita a su existencia hay que buscarla en la Biblia, concretamente en el Génesis, como testigo del pacto sellado por Jacob y Labán, aunque se extienden por los puntos más distantes del globo y por todas las épocas.




La tarea de apilar piedras formando montículos, los tradicionales milladoiros, tiene infinidad de interpretaciones, todas ellas relacionadas con marcar algo: un camino, un lugar funerario, el punto donde se produjo algún acontecimiento,... y se puede observar sobre todo en el Camino, incluso sobre los propios mojones que señalizan la ruta, con carácter simbólico.

Sin embargo, ahora han llegado también al Cementerio de los Ingleses, probablemente el entorno paisajístico que mejor ejemplifique lo que es la Costa da Morte.




Realmente hace tiempo ya que llegaron, porque todos los años se observaba alguno de estos pináculos, pero lo de este verano ha sido una auténtica eclosión hasta el punto que dominan el panorama en una parte importante del espacio.

Como no podía ser de otra manera, el debate ya está servido y oscila desde quienes lo ven como una manifestación artística, hasta el punto de encontrarle algo del legado de Man de Camelle, hasta los que abogan directamente por erradicarlos, ya que consideran que el paisaje está para conservarlo tal cual y no para alterarlo con una intervención que no aporta nada novedoso respecto a otras partes del mundo.

El alcalde, Manuel Valeriano Alonso, está más bien con los primeros. Le parece algo a conservar por su singularidad y porque añade un atractivo más a una zona que ya lo tiene por naturaleza. Eso sí, sabe que la batalla está perdida porque es muy poco probable que nada de esto resista en cuanto llegue el invierno y los temporales que aquí son célebres por adentrarse en tierra y con una enorme virulencia.