Una salina es un lugar
donde se deja evaporar agua salada, para dejar sólo la sal,
poder secarla y recogerla para su venta. Se distinguen dos tipos de
salinas, las costeras, situadas en
la costa para utilizar el agua de mar, y
las de interior, en las que se
utilizan manantiales de agua salada debidos a que el agua
atraviesa depósitos de sal subterráneos. En algunos casos, debido
al escaso caudal de los manantiales también se utiliza el
bombeo de agua al interior de la tierra desde unas balsas o
estanques, aumentando así la producción de sal.
El agua salada se
conduce a unas extensiones horizontales
denominadas granjas y en las que el agua se
reparte en parcelas o eras.
En
las salinas costeras se suele aprovechar
terrenos llanos a nivel del mar, normalmente marismas, de
forma que las eras se construyen mediante
pequeños muros de tierra que separan unas de otras y de
los canales por los que llega el agua de mar,
dejando que las eras se inunden simplemente
abriendo su compuerta durante una marea alta.
La evaporación natural del agua salada en
las eras deja lista la sal para su
recolección en unos depósitos protegidos de la lluvia
o terrazos, donde debe terminarse de secar antes de
su empaquetamiento y distribución.
La sal
común, conocida popularmente
como sal corresponde a
la sal denominada cloruro sódico (o cloruro de
sodio), cuya fórmula química es NaCl. Existen cuatro tipos de
sal, según su procedencia: la sal marina y la de
manantial, que se obtienen por evaporación, la sal gema
que procede de la extracción minera de una roca mineral
denominada halita y la sal vegetal que se obtiene por
concentración.
La sal es la
única roca mineral comestible por el hombre y es
posiblemente el condimento más antiguo empleado por el ser
humano, su importancia para la vida es tal que ha
marcado el desarrollo de la historia en muchas
ocasiones.
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