OCHATE
Año 1981. Las ruinas de
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target="_blank">Ochate, una pequeña
aldea del Condado de Treviño, estaban a punto de cumplir cinco
décadas de olvido y abandono. Nada hacía sospechar que el silencio
de sus calles pronto sucumbiría ante el bullicio de cientos de
visitantes llegados, incluso en viajes organizados, desde todas
partes del país.
Fue en la tarde del 25 de septiembre
de 1981. Prudencio Muguruza, un joven
vitoriano, paseaba por las inmediaciones del pueblo cuando
fotografió una gran esfera azulada que se cernía inmóvil sobre los
árboles, de la cual surgía una estela de luz que ascendía hacia el
cielo. La prensa de la época dio en llamarlo “el ovni de
Treviño” y, tras unos controvertidos análisis que
presuntamente habría realizado la mismísima NASA, uno de los más
conocidos ufólogos de la época concluyó que se trataba de
“una nave tripulada”. Pocos meses después el propio
Muguruza publicó un artículo en la
revista Mundo Desconocido, sacando a la luz una historia que
presentaba a Ochate como un lugar
maldito, azotado siglos atrás por pestes y desapariciones
misteriosas.
A partir de ese momento se desató una
auténtica locura colectiva que derivó en aquelarres,
concentraciones para divisar naves extraterrestres, fiestas
mágicas, etc. Los testimonios sobre fenómenos paranormales y luces
extrañas se multiplicaban, y hubo quien llegó a vender, puerta a
puerta, póster con la fotografía del supuesto OVNI. Lentamente las
cosas volvieron a su cauce, y al final de la década de los ochenta
Ochate comenzó a recuperar la calma.
Así fue hasta que en el año 1999 un conocido periodista publicó una
relación de casos extraños ocurridos en la zona, desde apariciones
y psicofonías hasta combustiones espontáneas, que incluso tuvieron
como protagonistas a varias unidades del ejército. Desde entonces
hasta hoy, aunque con menor intensidad, los testimonios extraños no
han dejado de repetirse.
En lo que a historia se refiere, la
primera referencia documental sobre Ochate se encuentra en la reja de San Millán del
año 1025, y figura en ella con el nombre de Gogate y vendria a significar -según investigadores
como Julio Corral y Antonio Arroyo- "paso de arriba" o "paso alto",
aunque se puede especular con acepciones como "la puerta de los
espíritus o "la puerta de Gog" (Personaje bíblico del Apocalipsis
de San Juan). No obstante, existen vestigios de asentamientos
humanos en la zona pertenecientes al neolítico, la edad del hierro
y la época de la romanización. Del alto medioevo data una
necrópolis situada junto al pueblo, aún sin excavar, que en opinión
de algunos arqueólogos podría ser similar en importancia a los
yacimientos de Revenga o Cuyacabras.
El elemento más destacable del antiguo
Ochate es una fastuosa portada románica
de origen desconocido que hasta el año 1964 estuvo situada en su
modesta iglesia de San Miguel, del siglo XVI. La riqueza ornamental
de esta portada, con reminiscencias de la escuela de Estíbaliz,
hace de ella tal vez la más importante de todo Treviño, y no se
entiende bien el anacronismo ni su recolocación en una pobre aldea
cuya media de población a lo largo de los siglos no sobrepasó la
treintena de habitantes. Actualmente puede contemplarse en la
iglesia de Nuestra Señora de La Asunción de Uzquiano.
A pocos metros del pueblo se encuentra
la ermita de Burgondo, datada según la
Diócesis de Vitoria en el siglo XVII, pero que sin embargo figura
en documentos anteriores desde el año 1556, y en alguno de ellos es
descrita como un santuario existente
desde tiempo inmemorial. La devoción a la Virgen de
Burgondo, hoy desaparecida, era tal que
se le atribuyeron infinidad de milagros, y eran constantes las
rogativas llegadas incluso desde otras provincias. Es significativo
destacar la reacción del octogenario D. Pedro Ogueta, persona muy ligada a Burgondo y último mayordomo de su cofradía, que al
ser preguntado sobre los presuntos fenómenos extraños ocurridos en
Ochate no duda sobre su origen y afirma
con rotundidad que se trata de “milagros de la Virgen de
Burgondo”. Y probablemente así
es, para muchas de las decenas de personas que cada 15 de agosto
aún suben en procesión a rezar entre las paredes derruidas de lo
que fue la ermita, esperando con emoción el momento de besar un
medallón a modo de reliquia aparecido en 1947 entre los gruesos
muros del templo y que sólo se exhibe una vez al año. Una última
curiosidad es que este templo cuenta con una nada usual orientación
noroeste-sureste y carece de cualquier ornamentación
cristiana.
La pregunta de qué sucede realmente en
Ochate no puede ser respondida de forma
simple. A las percepciones subjetivas, como visiones o sensaciones
físicas, se suman otras objetivas como fallos en aparatos
eléctricos, descargas de baterías o grabaciones extrañas. No cabe
duda de que la psicología juega un papel fundamental en un lugar
donde la sugestión se palpa en el ambiente, y probablemente tenga
mucho que ver incluso con la geología, puesto que la presencia de
ciertos minerales como magnetita o pirita en el subsuelo explicaría
determinadas anomalías. Sin embargo, son más difíciles de entender
las coincidencias casi al detalle entre testimonios de personas sin
relación alguna y el hecho de que, pasados casi treinta años, sigan
apareciendo testigos de todo tipo de condición, edad y clase
social.
Un estudio reciente ha descartado que
la despoblación de Ochate se debiese a
ese pasado
maldito que se le había atribuido en forma de
epidemias, y lo muestra como uno más de tantos pueblos que a
principios de los años XX fueron abandonados por motivos puramente
socioeconómicos. Sin embargo, y para sorpresa de muchos, las ruinas
de Ochate siguen atrayendo más
visitantes cada año que todo el patrimonio histórico de Treviño,
incluida la ermita de La Concepción de San Vicentejo o los eremitorios de Faido y Laño.
Es la atracción del ser humano por el
misterio y lo desconocido, algo que no entiende de datos ni
razones.