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LdP. El gigante del Valle estrecho (versión bruja) Traditional Geocache

Hidden : 10/30/2016
Difficulty:
1.5 out of 5
Terrain:
2.5 out of 5

Size: Size:   micro (micro)

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Geocache Description:


LdP. El gigante del Valle estrecho (versión bruja)

“Cuenta la leyenda…”

… que existía un gigante que vivía con su hija muy cerca de San Martín de los Herreros. Y esta es la historia contada por una vecina del valle.

Desde mi casa en lo alto del valle se veían y se oían muchas cosas. Era una casa que a simple vista era normal y corriente y que estaba a la vez tanto alejada como cercana de todos los hogares del valle y eso me venía muy bien por mi profesión de curandera, aunque no todos lo veían bien, pues para sus ojos era más que una sanadora una bruja y embaucadora, pero eso no me importaba, ya que lo que más me satisfacía era ayudar a la gente con sus dolencias, pero sobre todo ayudar a traer al mundo a nuevos habitantes de la tierra.

De los muchos nacimientos a los que ayudé a venir al mundo, de todos ellos, me acuerdo especialmente de uno, que por un lado fue trágico pues murió la madre, pero por otro lado apasionante ya que nació una niña con el mayor hilo rojo que había visto.

Pero, ¿qué es eso del hilo rojo? Sencillo. Las almas gemelas destinadas a conocerse y a amarse tienen un hilo rojo atado en sus dedos. Este hilo, que guiará a estos corazones entrelazados para que nunca se pierdan, nunca desaparecerá y permanecerá constantemente atado, a pesar del tiempo y la distancia. No importa lo que se tarde en conocer a esa persona, ni importa el tiempo que se pase sin verla, ni siquiera importa si se vive en la otra punta del mundo: el hilo se estirará hasta el infinito pero nunca se romperá.

Un hilo rojo al que no se podrá imponer los caprichos ni propios ni ajenos; un hilo rojo que no se podrá romper ni deshilachar; un hilo rojo directo al corazón, que conecta a los amores eternos, a los profundos, esos que simbolizan el antes y por los que no hay después.

Por todo esto decidí fijarme en su vida, acompañarla en la sombra. Y la vi crecer y florecer. Observé cómo a pesar del continuo y mayor celo de su padre, según iba pasando el tiempo, ella crecía y abría cada vez más los oídos, los ojos la mente y… un día, también el corazón, y allí estaba yo para presenciarlo, y también para ayudarles, pues comprendí que mi habilidad para ver los hilos rojos de las personas era también para ayudar a unir a esas personas y desenredar sus vidas.

El día en que los dos extremos del hilo rojo se encontraron por primera vez fue cuando un grupo de comediantes llegó al valle. Uno de ellos era la otra punta del hilo y cuando sus miradas se cruzaron, se reconocieron de inmediato, y desde entonces ella asistía a todas las funciones de todos los pueblos del valle. Y cada función significaba para ellos un momento en que el tiempo se detenía y sus vidas se conectaban más aún si cabe. Y todo sin necesidad de palabras y gracias a la presencia fiel y constante que era captada por el otro.

Y por fin, una tarde primaveral, muy rara en el valle, él se decidió y se acercó a ella, la saludó y empezaron a hablar, con una naturalidad que corroboró la sensación de que se conocían toda la vida. Y así, cada día, después de la función se volvían a encontrar y cada día se alargaban más en sus encuentros.

Pero un día, sin previo aviso, el padre de la muchacha la siguió hasta la plaza de un pueblo donde estaban actuando y vio cómo su hija sólo tenía ojos para el protagonista, que además era el autor de los sainetes que estaban interpretando, e iracundo volvió a casa a esperar a su niña, y tras una discusión hubo el consecuente castigo paterno: ella no saldría de la casa para nada. De los recados y demandas varias de las que se tenía que ocupar la hija, acabó haciéndolo el padre, para sorna de vecinos y sirvientes.

Y aquí es donde empecé a ayudar. Lo primero fue comunicar al joven enamorado y amado lo que le había pasado a su amada y amante y que tuviera paciencia hasta que el gigante la volviera dejar hacer los recados. Lo segundo que hice fue facilitar a la muchacha un bebedizo para que el gigante durmiera profundamente, mezclándolo con la bebida que soliera tomar. Y lo tercero volver a avisar al muchacho de que esa misma noche su amada se escapaba de casa con él.

De lo demás, imagino que ya lo sabéis. Los amantes se reencontraron y escaparon poniendo muchas millas de por medio para que el padre de ella no los encontrara. Y del gigante, que cuando se dio cuenta del engaño de la propia sangre, primero colérico la buscó y luego apenado y cansado de llorar, se convirtió en piedra utilizando de almohada Peña.

Está claro que contra el hilo rojo no se puede hacer nada.

El lugar del caché…

Es un pequeño recorrido (Sendero homologado PR-P-07 podéis consultar aquí (folleto oficial de la Ruta como Parque Natural)) de algo menos de 5 kms, cuyo comienzo es un aparcamiento (km 15,5 de la P-610) poco antes del puerto a Alto de La Varga, desde Cervera a Velilla del Río Carrión (Ruta de los Pantanos). Recomendable en todas las épocas del año, incluso en invierno, para poder pisar nieve sin ningún tipo de peligro.

La ruta circula la mayor parte de su trazado por unas pistas que ya existían en un cordal situado en el corazón del Valle Estrecho, entre Santibáñez de Resoba, Rebanal de las Llantas y San Martín de los Herreros. Además consta de dos miradores que ofrece unas vistas espectaculares de la montaña, además de unos paneles informativos de lo que se ve, además de una de las versiones de la leyenda (que no sería una buena leyenda si no hubiera más de una versión).

El caché…

Es una preforma con su logbook y un lápiz. Aún así, llevad máquina de escribir, porque la gente no tiene cuidado y el mini-lápiz se suele perder.

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