Gnihca coeg era una muchacha indu que estaba apasionada por los números, más que eso, incluso podría decirse que estaba enamorada de ellos, se pasaba el día contando cosas, sumando, reduciendo, contaba lo que hacía y lo que veía. Un día se despertó con un sueño, llegar a conseguir algo especial, con un camino de números.
Decidió, que iría contando las cosas que viese a lo largo de un camino que su mente le ofreciese.
Cuando despertó aquel día estaba en un lugar extrañó, desconocido para ella, se sentó en el banco más cercano y contó el número de arboles altos que había enfrente. Una vez lo hubo apuntado en su diario, se dirigió por el camino que llevaba hacia el norte, y siguió andando hacia el norte hasta que el campo de su izquierda desapareció para convertirse en una montaña y desde donde venia un camino. Entonces hacia al este diviso la casa de un artesano y conto y el número de ventanas de su negocio.
Como estaba un poco lejos de su camino, siguio hacia el norte. Tras cruzar varios caminos, llego al final del territorio, en aquella esquina donde confluían varios caminos se sentó a descansar en la posada que allí se encontraba, allí sentada contó aquellos caminos incluso uno pequeño que vio al fondo.
Cómo había llegado lo más al norte que podía pensó en ese momento dirigirse hacia el este, pero en el primer cruce que pudo, cambio de rumbo hacia el sur, pensando en conocer bien el territorio en el que estaba, después de un pequeño recorrido, llego a unas magníficas campas con un gran árbol en el medio, allí conto el número de plantas rojas que habían su alrededor, al fondo, vio la entrada a una sima, está, estaba protegida con una valla, para que nadie pudiera entrar, en un lateral encontró una tapa para airear y contó el número de agujeros alargados que tenía esta tapa.
Siguió con su andadura hacia el sur, poco después de pasar el camino, llego a un santo lugar, no conocía el culto que allí se profesaba, pero aún así se acercó a la puerta que daba al norte, allí conto el número de óvalos negros que había sobre la puerta.
Tras un descanso en aquellos bancos, siguió con su camino hacia el sur, tras un largo caminar por aquellas caminos, siempre hacia el sur, encontró un raro lugar dónde personas, de diferentes edades y orígenes, disfrutaban con aparatos extraños, allí había una fuente de la que bebió, en la parte superior, contó el número de letras y números que había. Desde allí pudo escuchar el ruido de niños, allí se encontraba la escuela infantil, se dirigió hasta alli y ya en el parque que se encontraba enfrente del colegio se sentó a disfrutar como jugaban los más pequeños, estando descansando contó el número de tejados horizontales en aquel parque.
Tras disfrutar de las andanzas de los pequeños, decidió seguir su camino hacia el sur. Anduvo hasta llegar a las vías del tren, allí donde se acababa el territorio por el sur.
Rápidamente, contó el número de edificaciones que había en el centro del cruce y decidió salir rápido esta vez hacia el este.
Yendo por este camino encontró un gran pino con el tronco rojo, allí vio que hacia el norte se abría un gran camino y decidió dirigirse por el. Fue por el medio del camino hasta llegar a una fuente y mientras bebía contó el número de accesos con escaleras que había hacia aquella parte del camino. Una vez hubo bebido, siguió su camino hacia el norte, por aquel precioso camino, donde disfrutó de distintos lugares donde descansar y disfrutar. El camino, se veía cerrado por una valla que guardaba un precioso lugar del que niños disfrutaban, era un lugar con mucho color y juegos, se quedó admirada de todas las cosas que tenían los niños para divertirse y contó el número de mesas que había donde descansar.
En este punto ya no sabía qué hacer si ir hacia el este o al oeste así que pensó en subir hacia la montaña, subió y rodeo aquel maravilloso lugar siempre por al lado de sus vallas, cuando habia llegado al punto más septentrional de las vallas, en aquella esquina miro hacia abajo y en el suelo encontró una placa metálica en la que se repetían varios ceros, pero había un número que se repetía 2 veces y fue este el que apuntó.
En aquel punto se encontraba que podía ir hacia el norte hacia el este y hacia el oeste, como el camino del Norte no le gustaba demasiado paso al otro lado del gran camino, se dirigió un poco más hacia el norte, hasta qué en lo alto vio el número diecisiete, allí cambio de rumbo hacia el este y por un camino zigzagueante, llego hasta lo más alto de la montaña, allí donde se terminaban aquellas tierras que estaba visitando. En aquella esquina donde también podía ver a niños, pero esta vez más pequeños, contó el número de árboles que había en el jardín de su izquierda.
Como ya estaba llegando al final de su viaje decidió ir a buscar la última esquina de aquel territorio, con lo que se dirigió otra vez hacia el sur. Poco a poco fue pasando el lugar de los pequeños, el camino que llevaba al fondo del valle y siguiendo el camino encontró a la derecha una pirámide, se acerco para observarla de cerca y leer las frases que en ella estaban escritas y contó el número de agujeros que había en la pirámide, después de leer y entender lo que en aquella pirámide ponía, descanso en aquel bello lugar, ya que poco le quedaba ya, para llegar a su destino.
Así que ya con los últimos albores del día se dirigió hasta la última esquina del sureste de aquellas tierras. Encontró una señal azul, en la que contó las rayas negras que habia debajo del hombre.
Llegado a aquel lugar, se sentó sobre el tronco de un árbol y entretuvo a su cabeza, a juntar todos los números de ese magnífico viaje, ponerle sus letras, sus puntos y sus apostrofes y cuando lo tuvo, consiguió llegar a ese lugar deseado que marco en su diario.