ACCESOS
Desde la carretera CA-135
(Cabezón de la Sal - Comillas), sobre el trazado de la Autovía del
Cantábrico.
DESCRIPCIÓN
La parcela, de 2,5 Has de superficie,
está compuesta por 848 pies de Sequioa sempervirens y 25
pies de Pinus radiata. Se incluye en el paraje de
Monte Las Navas, en el Monte Cabezón, nº2 del
Catálogo de Montes de Utilidad Pública de Cantabria, perteneciente
al municipio de Cabezón de la Sal, con acceso desde la carretera
S-484 (Cabezón de la Sal-Comillas), sobre el trazado de la Autovía
del Cantábrico.
Las secuoyas del Monte Cabezón se
declaran Monumento Natural por Decreto 41/2003, en
virtud de la Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los
Espacios Naturales y Flora y Fauna Silvestres, que prevé en su
artículo 10 la posibilidad de declarar protegidos determinados
espacios del territorio nacional que contengan elementos y sistemas
naturales sobresalientes.
La singularidad que hace acreedor de
especial protección a este bosquete de secuoyas radica en que se
trata de una especie inhabitual en Cantabria, muy
poco común formando masas en estado seminatural en España, capaz de
alcanzar proporciones enormes y una gran longevidad.
La finalidad de la declaración como
Monumento Natural reside en contribuir a la conservación de este
particular ecosistema y sus valores paisajísticos en armonía con
los usos, derechos y aprovechamientos agrarios tradicionales y con
el desenvolvimiento de actividades educativas, científicas,
turísticas o socioeconómicas compatibles con la protección del
espacio.
EL CONTEXTO HISTÓRICO TERRITORIAL
La parcela de secuoyas del monte Cabezón se plantó
en la segunda mitad de los años cuarenta del siglo pasado. Aunque
ahora pueda resultar inesperada su presencia en este ambiente
costero de Cantabria, su existencia responde a las circunstancias
concretas de un período histórico marcado por la intención
gubernamental, en el marco de la política autárquica del régimen
franquista, de restringir al máximo la dependencia exterior, y los
gastos que conlleva la factura de importaciones.
El deseo de dar al monte una mayor preponderancia
en tanto generador de riqueza y recursos económicos, y la opción de
las plantaciones como fórmula para solucionar los problemas
forestales del país es incluso anterior. Ya en 1926 la Ley del Plan
General de Repoblación había recomendado especial atención a las
especies de crecimiento rápido y a su localización en las
provincias cantábricas, debido a la importante disponibilidad de
terrenos baldíos, y a las favorables condiciones climáticas.
Las primeras plantaciones en la región, con
eucalipto, aparecen en el entorno de Torrelavega, y su madera se
utiliza en un principio para el entibado de minas y la
construcción. La fundación de SNIACE en 1939 es resultado de una
política proteccionista respecto a los productos forestales con
destino al sector industrial. La localización en Torrelavega se ve
favorecida por el potencial del territorio costero inmediato para
el cultivo del eucalipto.
La creación del Patrimonio Forestal del
Estado, la constitución del Servicio de Montes en 1938, y
la aprobación del Plan General de Repoblación en 1939 son algunas
de las medidas adoptadas para favorecer el empeño de ampliar la
superficie arbolada del país.
En el año 1942 se constituyó el consorcio del monte
Corona con el Patrimonio Forestal del Estado, dando
comienzo al proceso de ordenación del mismo. Durante tres décadas
la mayor parte de los terrenos de este monte, que incluían masas de
frondosas y áreas de pastizal y matorral, fueron repoblados por
especies foráneas, fundamentalmente Eucalyptus globulus y
Pinus radiata y de forma experimental, a modo de ensayo y
por tanto en parcelas mucho más reducidas, con roble americano
(Quercus rubra), castaño japonés (Castanea
crenata) o abeto de Douglas (Pseudotsuga menziezii).
En ese contexto se plantan las secuoyas del monte Cabezón, que
perviven hoy como reflejo de aquella política forestal, de aquel
momento económico, y de aquella actividad experimental a la
búsqueda de las especies madereras más adaptadas a las necesidades
de producción industrial.
DESCRIPCIÓN
La parcela, de 2,5 Has de superficie,
está compuesta por 848 pies de Sequioa sempervirens y 25
pies de Pinus radiata. Se incluye en el paraje de
Monte Las Navas, en el Monte Cabezón, nº2 del
Catálogo de Montes de Utilidad Pública de Cantabria, perteneciente
al municipio de Cabezón de la Sal, con acceso desde la carretera
S-484 (Cabezón de la Sal-Comillas), sobre el trazado de la Autovía
del Cantábrico.
Las secuoyas del Monte Cabezón se
declaran Monumento Natural por Decreto 41/2003, en
virtud de la Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los
Espacios Naturales y Flora y Fauna Silvestres, que prevé en su
artículo 10 la posibilidad de declarar protegidos determinados
espacios del territorio nacional que contengan elementos y sistemas
naturales sobresalientes.
La singularidad que hace acreedor de
especial protección a este bosquete de secuoyas radica en que se
trata de una especie inhabitual en Cantabria, muy
poco común formando masas en estado seminatural en España, capaz de
alcanzar proporciones enormes y una gran longevidad.
La finalidad de la declaración como
Monumento Natural reside en contribuir a la conservación de este
particular ecosistema y sus valores paisajísticos en armonía con
los usos, derechos y aprovechamientos agrarios tradicionales y con
el desenvolvimiento de actividades educativas, científicas,
turísticas o socioeconómicas compatibles con la protección del
espacio.
EL CONTEXTO HISTÓRICO TERRITORIAL
La parcela de secuoyas del monte Cabezón se plantó
en la segunda mitad de los años cuarenta del siglo pasado. Aunque
ahora pueda resultar inesperada su presencia en este ambiente
costero de Cantabria, su existencia responde a las circunstancias
concretas de un período histórico marcado por la intención
gubernamental, en el marco de la política autárquica del régimen
franquista, de restringir al máximo la dependencia exterior, y los
gastos que conlleva la factura de importaciones.
El deseo de dar al monte una mayor preponderancia
en tanto generador de riqueza y recursos económicos, y la opción de
las plantaciones como fórmula para solucionar los problemas
forestales del país es incluso anterior. Ya en 1926 la Ley del Plan
General de Repoblación había recomendado especial atención a las
especies de crecimiento rápido y a su localización en las
provincias cantábricas, debido a la importante disponibilidad de
terrenos baldíos, y a las favorables condiciones climáticas.
Las primeras plantaciones en la región, con
eucalipto, aparecen en el entorno de Torrelavega, y su madera se
utiliza en un principio para el entibado de minas y la
construcción. La fundación de SNIACE en 1939 es resultado de una
política proteccionista respecto a los productos forestales con
destino al sector industrial. La localización en Torrelavega se ve
favorecida por el potencial del territorio costero inmediato para
el cultivo del eucalipto.
La creación del Patrimonio Forestal del
Estado, la constitución del Servicio de Montes en 1938, y
la aprobación del Plan General de Repoblación en 1939 son algunas
de las medidas adoptadas para favorecer el empeño de ampliar la
superficie arbolada del país.
En el año 1942 se constituyó el consorcio del monte
Corona con el Patrimonio Forestal del Estado, dando
comienzo al proceso de ordenación del mismo. Durante tres décadas
la mayor parte de los terrenos de este monte, que incluían masas de
frondosas y áreas de pastizal y matorral, fueron repoblados por
especies foráneas, fundamentalmente Eucalyptus globulus y
Pinus radiata y de forma experimental, a modo de ensayo y
por tanto en parcelas mucho más reducidas, con roble americano
(Quercus rubra), castaño japonés (Castanea
crenata) o abeto de Douglas (Pseudotsuga menziezii).
En ese contexto se plantan las secuoyas del monte Cabezón, que
perviven hoy como reflejo de aquella política forestal, de aquel
momento económico, y de aquella actividad experimental a la
búsqueda de las especies madereras más adaptadas a las necesidades
de producción industrial.
SECUOIA SEMPERVIVENS
El nombre del género conmemora a
Sequoiah, un indio cheroquee educado en Georgia
que en el entresiglos del XVIII al XIX inventó un alfabeto para el
dialecto de su tribu.
Se trata de un árbol muy robusto, de copa
piramidal, que rebrota de raíz y en condiciones naturales supera
con facilidad los cincuenta metros alcanzando con
frecuencia el centenar. El tronco es derecho, muy grueso, de
corteza oscura, esponjosa, profundamente fisurada, que puede
alcanzar los cuarenta centímetros de espesor en los ejemplares
añosos y se desprende en placas irregulares bajo las cuales
aparecen otras nuevas de color rojizo. Las acículas, planas y de
tono verde oscuro, se asemejan a las del tejo, y presentan como
particularidad más notable dos bandas blanquecinas por el envés.
Florecen al final del invierno para madurar las piñas, verdes
primero y rojizas finalmente, en el otoño siguiente. Las flores
masculinas son amarillas y las femeninas ovales y verdosas, de
mayor tamaño.
La especie prefiere suelos frescos y profundos en
ambientes húmedos con inviernos templados, pues aunque puede
soportar fríos rigurosos se ve muy afectado por las heladas
tardías. Es originaria del Pacífico de los Estados Unidos y se
asocia en condiciones naturales con el pino de Oregón, arces y
robles.
Quizás
las dos características más definitorias de esta conífera, más allá
del tamaño que alcanza, sean su longevidad -puede
superar
el millar de años-
y su rapidez de crecimiento, que alcanza razones de
1,80
metros/añoentre
los cuatro y los diez años de edad. Produce una madera fácil de
trabajar, de buena calidad, ligera, no resinosa y de tono pardo
rojizo (redwoodes
su nombre americano), muy apreciada tradicionalmente en la
construcción y para la elaboración de traviesas de ferrocarril. En
Europa, donde fue introducida en 1843, se cultiva como árbol de
ornamento en parques y jardines.
EL CACHÉ