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El
bosque de Valsain
El espeso, cerrado y húmedo bosque de
Valsaín, encajonado en las fragosidades más ásperas del Guadarrama,
tuvo, desde siempre, algo de solemne, misterioso y profundo.
Desde hace miles de años significó un final,
una última barrera para el hombre primitivo que mal debió atreverse
a explorar aquella umbría. Una selva cerrada al rededor de
colosales ídolos de granito. Figuras totémicas talladas en roca
viva por el tiempo, rodeadas de una vegetación prodigiosa
alimentada por innumerables fuentes y manantiales.
Era el lugar perfecto para el refugio
de las mejores especies de grandes animales, osos, jabalíes,
ciervos... y, por tanto fue el cazadero perfecto para ejercitarse
en el arte venatorio los reyes de Castilla. La gran habilidad real
y, también, uno de sus más importantes privilegios, por eso se
cuidaba extraordinariamente la exclusividad de los monarcas en su
disfrute. Una propiedad que dio lugar, para su defensa, a las
grandes guarderías y al mantenimiento del Palacio del Bosque.
Precisamente, para proteger la
caza y evitar daños, que podríamos calificar de naturales, surgió
en el Palacio de Valsaín una profesión hasta ahora poco conocida,
la de los "cazadores de lobos".
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