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La Lagunilla Traditional Geocache

Hidden : 10/16/2009
Difficulty:
3.5 out of 5
Terrain:
3 out of 5

Size: Size:   micro (micro)

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Geocache Description:


 

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Dicen que Ortega estaba contemplando arrobado la laguna Grande de Peñalara cuando una joven se le acercó y, esbozando un mohín de decepción, le preguntó: "¿Y ésta es la laguna Grande?". A lo que Ortega, abarcando la sierra con un gesto circular, muy filosófico y torero, respondió: "Señorita, aquí todo es grande". La anécdota puede no ser cierta, pero muestra con acierto cuán subjetiva es la cuestión del tamaño -algo que ya sabíamos- y cuán distintas cosas son una cosa grande y una grande cosa, el grandor y la grandeza. En este último sentido, incluso la lagunilla del Yelmo, que declara su pequeño tamaño en el diminutivo, es grande.

La lagunilla del Yelmo mide unos 25 metros de largo por 15 de ancho, no tiene ni tres palmos de profundidad y, en el rigor del estío, se seca. En cualquier otro lugar de la sierra, sería un lavajo sin nombre y sin mayor interés, como los muchos que se forman en sus rasos, navas y dehesas. Pero en el arisco corazón de la Pedriza, donde todo lo que no se aferra a la superficie convexa y pulida del granito con clavijas o patas de lagartija resbala sin remisión, y no digamos ya el agua de lluvia, constituye un tesoro tan grande como uno de esos diamantes del tamaño de un melón que aparecen cada cien años en los desiertos de Suráfrica. Su rareza es su grandeza.

Para más curiosidad, esta dulce joya yace oculta entre los peñascos a 700 metros escasos al suroeste del Yelmo, que es la atracción número uno de la Pedriza. Y así sucede que el Yelmo, con ser muy grande -una roca pelada de 170 metros de altura, ciertamente lo es-, se queda chico ante la avalancha de escaladores, excursionistas y cabras que lo coronan a diario; en tanto que la lagunilla permanece misteriosamente vacía, reflejando en sus aguas quietas la imagen de una Pedriza aún silenciosa, solitaria y grande.

En el aparcamiento del Tranco, a tres kilómetros de Manzanares, arranca la senda más sencilla y directa de cuantas trepan al Yelmo y, por ende, a la lagunilla. Aquí comenzamos subiendo la escalera que bordea por la derecha el restaurante Casa Julián, para luego seguir trepando por los peldaños naturales del roquedo sin perder de vista las marcas de pintura blanca y amarilla que señalizan el camino. Así, hasta llegar en media hora a un rellano, el mirador del Tranco, donde dejamos a nuestros reventados pulmones recuperarse con el aire embalsamado por la jara y el romero, y a la mirada volar sobre la villa de Manzanares y el embalse de Santillana.

La Lagunillla seca

A una hora del inicio, alcanzamos un segundo rellano: la Gran Cañada, una pradera que merece el calificativo de grande por su largura -más de un kilómetro- y su enorme belleza. Y a las dos horas, tras rebasar el collado de la Encina, se nos ofrece el tercer rellano y la primera visión de la mole ovoidal del Yelmo. Unos metros más adelante, descubrimos hacia la izquierda una peña que descuella solitaria sobre una terraza rocosa. Al pie de esa piedra caballera, corre la trocha que lleva en cinco minutos hasta la lagunilla.

Rodeada de canchos de formas extrañas y sugerentes -en uno, incluso, la erosión ha labrado una gigantesca huella animal-, la lagunilla tiene algo de jardín de rocas japonés, una solemnidad mineral que sólo atenúa la sonrisa primaveral del narciso pálido. Si buena es la vista que aquí se tiene del cercano Yelmo, mejor aún la que se disfruta al asomarse por una brecha abierta en el roquedo de la orilla occidental: todo el alto Manzanares, hasta la Maliciosa y las Guarramillas. Ninguna, empero, supera a la mera contemplación de la lagunilla, pues su decoración de granito y agua mansa nunca cansa, y esta simplicidad es otra, acaso la mayor, de sus grandezas.

El Yelmo desde la Lagunilla

Por último, podemos seguir otra trocha que sube directamente desde la charca hasta la base del Yelmo, y allí recuperar la senda señalizada para regresar al Tranco. Eso, o quedarnos a vivir junto a la lagunilla, que, de ser posible, sería la mejor elección, la más grande.

Texto de ANDRÉS CAMPOS extraído de El País - Madrid - 26/04/2003

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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