San Juan de Ortega:
El Milagro de la Luz
Pasada la Zona de Oca, el Camino de Santiago
avanza por parajes con aroma de montaña, prados y manzanilla, hasta
llegar a San Juan de Ortega, uno de los puntos más santiagueses del
trayecto, favorecido por reyes, nobles y eclesiásticos, que
intentaron convertir un lugar inhóspito y peligroso en refugio
seguro.
Este fue el lugar de retiro de Juan Velázquez, San Juan de Ortega,
a la vuelta de Palestina. Era un punto especial, donde los
peregrinos pasaban penalidades a causa de los ladrones. Aquí
decidió construir una iglesia y una casa de acogida, que aún
conserva el ambiente religioso y espiritual.
Pese a la acción de los bandidos, que le ultrajaban y destruían una
y otra vez los muros que levantaba, el eremita acabó su obra,
protegido por Doña Urraca y Alfonso VII.
Aquí exhibió el santo las reliquias traídas de la Tierra Santa,
correspondientes a San Esteban, San Donato, San Nicolás, San
Ambrosio, Santa Bárbara y Santiago.
El bondadoso Juan trajo también una lengua de los Santos Inocentes,
un Lignun Crucis, y uno de los cráneos
de las once mil virgenes; bagaje
amplio, pío y, para la mentalidad de nuestros siglo, un tanto
macabro.
El lugar, donde fue enterrado el crédulo y afanado santo
constructor, ha sido siempre punto de oración. La reina Isabel
acudió en 1.475 ante su sepulcro, para remediar su falta de hijos,
tras siete años sin sucesión. Al año siguiente tuvo un heredero al
que puso de nombre Juan, en tanto que otro después parió a una
niña, bautizada como Juana. ¡Vive Dios, que no esforzó la mente la
soberana, para elegir nombres!.
Otro ilustre visitante del lugar fue el papa Adriano VI, que estuvo
como canónigo en Burgos. Cuando salió para Roma visitó este
santuario, y dejó su pectoral guardado en un relicario, con dos
espinas de la corona del Salvador, a cambio de un brazo del
crucifijo de marfil que el rey Alfonso VII había regalado al
santo.
El conjunto urbano es absolutamente evocador. Por su ubicación
apartada, pervive en él un ambiente de peregrinación. Los edificios
están restaurados. La iglesia monástica, con cabecera románica del
siglo XII no fue finalizada hasta el XV. Tiene un magnífico
baldaquino gótico, atribuido a Juan de
Colonia, que cobija el sepulcro y estatua yacente del santo, al
parecer de Gil de Siloé.
Existen otras dependencias monásticas de interés, entre ellas los
claustros y la capilla de San Nicolás de Bari, la primera
fundación. La edificación actual fue rehecha por mandato de Isabel
la Católica, a quien le pareció pobretón el templo que erigió San
Juan de Ortega.
Entre las curiosidades destacables de este lugar cabe recordar la
existencia de un capitel, el de la Anunciación, iluminado por un
rayo de luz de sol en los equinocios de
primavera y otoño, hacia las cinco de la tarde(hora solar).
Es el milagro de la luz. Cada 21 de marzo y 22 de
septiembre, un rayo de sol del atardecer penetra por la ojiva de la
fachada e ilumina el capitel de la izquierda del ábside, donde está
la escena de la Anunciación. Luego se posa en la del Nacimiento y
por último en la de la Adoración de los Magos. El efecto apenas
dura diez minutos, pero son suficientes para que los numerosos
asistentes, congregados para contemplar el fenómeno
climático-arquitectónico sientan una emoción especial.
Famoso era el enclave de San Juan de Ortega por su generosa
acogida, destacada aún más por cuanto corresponde a una tierra
montuosa y desolada donde abundaba la delincuencia en mayor grado
que la riqueza.